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Esclavos contemporáneos.

Un día te cansas de tí mismo. Del paisaje descolorido de tu cuarto oscuro, de ser tu propio carcelero. Sí, las prisiones más crueles tejen sus rejas en la ingeniería de ideas enlatadas, preconceptos o covardías impuestas por miedos ajenos y ancestrales, o por alguien. Llega el momento de probar las alas que siempre fueron tuyas y que nunca usaste. Entonces te lanzas en un vuelo absurdo en las profundidades coloridas y alturas iluminadas de un universo desconocido y fantástico que se despliega en la medida de tu ligereza, coraje y osadía. Es así que sucede cuando se asume el protagonismo de la propia vida. El poder, la magia y el encanto son tuyos, traélos de vuelta!

A veces somos prisioneros de conceptos que nos fueron impuestos y que simplemente aceptamos por miedo o comodidad; otras veces estamos subyugados por personas y, por algún motivo, no podemos rebelarnos contra la dominación permitida. Las personas sólo tienen sobre ti el poder que tu mismo les concedes. Entender este sencillo concepto es verse fuerte frente al espejo de la vida.

La decisión de ser emocionalmente independiente, de manifestarse de acuerdo con la propia verdad, es esencial en el maravilloso sendero de la libertad. Abdicar de la plena conciencia es transferir al otro la esencia de la vida. Cuando renunciamos a vivir lo mejor que hay en nosotros le negamos al mundo algo impar, pues no hay dos seres iguales. Tú eres único y en esto reside toda tu belleza.

Aceptar que algunas personas tengan poder sobre otras como un comportamiento normal, es creer que algunos nacieron apenas para satisfacer y servir a otros. Conceptos medievales que la historia trató de erradicar por ser totalmente absurdos. Sin embargo, el deseo de dominación todavía se manifiesta por atavismo, ignorancia o mala fé, haciendo que muchos se curven ante su existencia tácita como una especie de esclavitud contemporánea, sea en el ámbito afectivo o social.

El miedo está en la raíz de ese comportamiento castrador que lleva a una persona a anularse frente a otra o incluso ante todos. El miedo silencioso de que si yo expongo mi verdad voy a terminar mi matrimonio o relación, ser despedido o discriminado en el trabajo, perder al amigo o ser alejado de determinado grupo, acaba con cualquier posibilidad de ser pleno. Es como intentar ser feliz siendo apenas la mitad de lo que somos.

Todos quieren ser aceptados, amados y admirados. No obstante, se olvidan de que en el fondo nadie reverencia al débil. En la mejor de las hipótesis despierta sentimientos de misericordia y compasión. En la peor, desprecio e ironía. Nadie recuerda el nombre del extra en la película; la historia no menciona a los covardes.

Amenazas mudas de rechazo, despido o deudas morales disimuladamente creadas, y que jamás se pueden pagar, son algunos trucos de los esclavistas modernos. Sus látigos eficientes y sordos. Conoces a alguien así? Si anteriormente la fuerza de la ley exigía tal sumisión, hoy tenemos a los esclavos que no se pueden liberar de los grilletes emocionales que los atan a los absurdos deseos ajenos. Y, claro, son infelices. Todos, víctimas y victimarios, sin exepción. Dictadores, en cualquier escala o tamaño, son sujetos atormentados.

Sin embargo, libertad no es concesión, es conquista. No se pide, se impone. Sólo tu puedes firmar tu propia independencia. Si hablas y actúas según tu verdad harás con que el otro pida el divorcio, te despida, nunca más esté contigo; gritar, patalear o hacer mala cara, mejor. Señal de que esa relación estaba basada en la dominación, en la mentira, en el abuso y en el dolor. Con seguridad lo que tu estás dejando atrás no te hará falta, pues tiempos y compañías mejores se presentarán. Nada bueno se puede mantener en la esclavitud de la voluntad. Deja ir lo que no te sirve más. Sólo así lo nuevo podrá surgir y brillar.

Si logras establecer un nuevo concepto de relación basado en el respeto y la dignidad será perfecto. Si se acaba es porque te sublebaste contra el dominio; significa que aquella relación estaba estropeada y el final llegó en un buen momento.

Nadie le pertenece a nadie. Tu vida es personal e intransferible. No la entregues a nadie, pero no te olvides de compartir tus alegrías y logros con el mundo.

Pregúntate a ti mismo si el otro tiene el derecho a establecerse como dueño de tu voluntad y verdad. No tengas miedo de tomar tus propias decisiones, ellas son herramientas poderosas para navegar por la vida. Es a través de tus elecciones que trazas tu camino en el mundo, escribes tu historia y ejerces tu espiritualidad. En breve tus decisiones serán sagradas. Hónralas como una deidad!

 

Texto gentilmente traducido por Maria Del Pilar Linares

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