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La cura por la verdad.

Los pueblos nativos americanos, adeptos al chamanismo, tienen un símbolo sagrado llamado “Rueda de Cura o Rueda de la Vida”. No en vano entienden que vivir es un proceso infinito de cura; transitar en belleza por el infinito camino de la vida, según palabras de un anciano Navajo. El símbolo tiene la sagrada misión de recordarnos que, a través de nuestras relaciones, vamos a encontrar el remedio o el veneno para nuestros dolores. En la medida en que aprendemos quiénes somos y pacificamos  nuestra convivencia con todo y con todos avanzamos un aro en la Rueda de la Vida. Nos volvemos más fuertes para seguir adelante.

Cierta vez oí de un sabio monge tibetano que el Budismo no era religión, ni tampoco filosofía. El Budismo es convivencia social, aclaró, pues toda teoría sólo tendrá algún valor si se aplica en las relaciones cotidianas. Conocimiento que no es vivido es como pan en la vitrina que aunque llena los ojos, no sacía el hambre.

La vida no es más que un proceso continuo de cura. La razón de vivir es puramente cicatrizar las heridas emocionales, extirpar tumores sicológicos, sanar dolores afectivos. Sólo así seremos plenos, verdaderamente felices. Antiguas y actuales relaciones a menudo hieren y maltratan de tal manera que, si lo permitimos, el sufrimiento se instala como si allí fuera su casa eterna. Todos los que pasan por nuestras vidas, en mayor o menor grado de intensidad, son nuestros maestros pues traen situaciones, agradables o no, que permitirán florescer lo mejor que hay en nosotros, desde que tengamos coraje, sabiduría y amor para buscar las respuestas en la fuente de toda verdad. Esta luz está dentro de ti. No es fácil y no siempre el primer encuentro es agradable, ya que com frecuencia usamos el artificio de la ilusión para personificar quién quisiéramos ser, con la vana esperanza de que esto atenue nuestros dolores. Es la mentira que nos contamos a nosotros mismos lo que nos impide la cura. Es indispensable despojarse del personaje social que creamos, que al ser irreal, atrasa nuestro encuentro con la verdad, retardando el deseado tren rumbo a las tierras altas de la plenitud. Para ser feliz es necesario ser todo. Ser todo solamente es posible si viajamos en el vagón de la verdad.

La verdad cura porque levanta el velo que empaña la visión clara. Un mejor entendimiento te permite modificar la ruta. Por tanto, tenemos que lanzarnos en un vuelo fantástico a través de los valles iluminados y sombríos del autoconocimiento. La antigua y buena filosofía socrática ya nos avisaba sobre la necesidad de conocerse a sí mismo. Entender quiénes somos de verdad es el único camino para entender a los outros y estar en paz con el universo.

Todos se quejan de las imperfecciones del mundo y se olvidan de que hacen parte de él como las flores o las espinas, los leones o los carneros, el fuego o el agua; a veces como uno, otras como otro. Por ignorancia o comodidad, olvidamos que si hacemos parte de las delicias de la vida, somos algunas veces elementos de sus dolores también. Un poco más o un poco menos de acuerdo con el entendimiento de cada uno, no obstante, sin excepciones. Nos quejamos mucho porque deseamos que todo y todos se adecuen a nuestra comodidad y necesidad; como una avenida en la que los semáforos se van poniendo en verde en la medida en que nuestro carro se aproxima. Sería perfecto, verdad? Y aquellos que transitan por las transversales, tendrán siempre que esperarnos? El problema es que todos se imaginan en la vía principal.

Está instalado el conflicto. No obstante, todos buscamos la felicidad e incluso cuando verbalizamos nuestra incredulidad, inconscientemente ansiamos este estado de espíritu.

Para apaciguar tus relaciones y curar tu sufrimiento es indispensable entender cuáles son los sentimientos que te motivan.

– Será que el amor no nos fue ingrato porque ansiamos poseerlo en cambio de simplemente vivirlo?

– Será que la persona amada no partió por que no soportó la pesada carga de ser obligada a hacerte feliz por esa insensata carga que tu mismo le impusiste?

– Será que el otro no tiene el derecho de partir cuando lo considere necesario, tomar sus desiciones y sólo nos corresponde respetarlas, como un acto repleto de dignidad al saber que nuestras decisiones merecen igual consideración?

– Cuando defendemos una idea estamos motivados por la justicia o por la venganza?

– No será que cuando nos sentimos maltratados estamos concediendo al otro tal poder? No será el momento de revisar tal concesión?

Estas son apenas algunas pequeñas indagaciones comunes a todos nosotros.

El sentimiento es el combustible que mueve la vida, sin embargo es tu nivel de conciencia que te permite una mejor combustión. Entender tus sentimientos y emociones es conocerte cada vez más y mejor; tener la capacidad de escoger las mejores reacciones para ti y consecuencias para el mundo. Madurez es entender que no hay libertad sin responsabilidad. Ser pleno es entender que tus decisiones delinean tu historia y que son decisivas para el mundo a tu alrededor.  Como una piedra que se lanza a un lago, la libertad de elegir se expande en ondas hasta los confines del universo; éste reacciona a nuestros impulsos en perfecta proporción.

En qué dirección seguir? Como pasajeros desorientados en una gran estación, preguntamos en cuál plataforma saldrá el próximo tren. Todos deseamos el mapa secreto del paraíso y no nos damos cuenta de que puede estar en nuestro propio jardín.

Los cabalistas cuentan una parábola en la que un rico mercader ofreció la mitad de su fortuna a quien fuera capaz de resumir toda la sabiduría del Talmude en el breve espacio de tiempo en el que se pudiera equilibrar sobre una pierna. No hagas al otro lo que no quieras que te hagan a ti, todo el resto son apenas comentarios, sintetizó con perfección un inteligente rabí.

En el bello y profundo Sermón de la Montaña Jesús dió la misma lección al explicar que todos los mandamientos se resumen tan solamente en hacer al otro lo que deseas que hagan contigo. Este es el Norte de la brújula que indica el camino hacia la plenitud.

Percibir con claridad la amplitud de tus actitudes y los verdaderos sentimientos que te motivan es entender todo y a todos. El mundo se expande, serena e ilumina en la exacta medida en que entendemos quiénes somos y lo que hacemos. De verdad!

 

Texto gentilmente traducido por Maria Del Pilar Linares

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