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Jamás

Estábamos en el tren. El Viejo y yo, como cariñosamente llamábamos al monje más antiguo del monasterio, íbamos en demorado viaje rumbo a una renombrada universidad donde él daría una conferencia. Aproveché la oportunidad para cuestionarlo sobre las dificultades del perfeccionamiento personal. Sugerí la existencia de un manual más sencillo que nos orientara en el Camino, pues los textos sagrados eran demasiado complejos y, a menudo, poseían interpretaciones herméticas y codificadas. El Viejo levantó los hombros y dijo: “No hagas a los otros lo que no quieres que te hagan a ti”, hizo una pequeña pausa para que yo reflexionara un poco sobre lo que acababa de decir y concluyó: “Todo perfeccionamiento del ser consiste en vivir esa lección mayor. ¿Quieres algo más sencillo que eso?”

Comenté que todo se me hacía muy complicado, pues siempre hay un ejercicio de posibilidades entre luz y sombras. El Viejo refutó: “Por eso todas las elecciones son sagradas. Ellas definen quiénes somos. Por lo tanto, presta siempre atención: cada gesto o palabra es semilla de discordia o de paz”. Dije que entendía, pero le confesé que tenía dificultad y que necesitaba de ayuda. El monje guardó silencio durante algún tiempo y dijo: “Existe el Manual del Andariego”, tomó una pequeña pausa y complementó en tono travieso, evidenciando el buen humor que lo caracterizaba: “Está destinado a los niños”. Reímos. Claro que tal libro no existe. Sin embargo, yo lo provoqué y le pedí que me facilitara las cosas. El Viejo, siempre generoso, prosiguió: “Presta atención a la Regla del Jamás. Es como las señales que protegen al conductor en la carretera”:

“Jamás desesperarse o lamentarse. Problemas, conflictos o tragedias deben siempre ser vistos como valiosas lecciones, necesarias para apalancar el avance de todos los involucrados. Una visión más aguda y sincera de lo que sucedió en el pasado, será una sutil invitación para el aprendizaje que rehusaste. El universo no desea el sufrimiento, pues tu eres parte de él. Él necesita de tu evolución. Sabemos que hasta los alumnos más displicentes necesitan de profesores más rigurosos para ayudarlos a subir de nivel. Basta que te muevas en el sentido de la vida para que todo el paisaje se modifique. La vida camina rumbo a la luz y al amor. Sin la oscuridad del capullo la oruga no entendería sus propias alas”.

“Jamás reclamar de los otros. ¿Cómo exigir la perfección ajena si no la podemos ofrecer? Somos aprendices. Cada cual con sus virtudes ya adquiridas y sus dificultades a ser vencidas. Todos, sin excepción. Cada uno con su bella historia, repleta de conquistas y frustraciones. Dolores y delicias. El planeta, como un perfecto salón de clases, nos coloca juntos para que podamos enseñar a unos y aprender con otros, en perfecta sincronía e interdependencia entre los seres. La tolerancia con el otro demuestra la humildad con relación a tus propias dificultades. La Ley de las Infinitas Posibilidades siempre permitirá a todos una nueva oportunidad, según las perfectas condiciones para su crecimiento. Ni más ni menos. En vez de quejarte, ayuda. Es un cambio de postura que trae consigo amor y luz en forma de paciencia, compasión y perdón. Trae serenidad al corazón”. Hizo una breve pausa y concluyó: “Quien reclama de los otros aún no sabe quien realmente es”.

“Jamás permitir el mal humor y la tristeza. Todo espíritu iluminado es alegre. No hay lugar para los malhumorados en las Tierras Altas. Aceptar los problemas como desafíos inherentes a la evolución es actuar como un estudiante repleto de gratitud hacia la universidad al permitirle que sus habilidades se desarrollen y lo mejor de sí florezca. El sujeto triste y malgeniado está fuera de sintonía con las mejores vibraciones que mueven al universo y acaba por perder la miel de la vida, que nunca se modificará para adecuarse a los deseos del ego. La vida está conectada a las necesidades del alma. Estar en evolución vuelve a la persona feliz y bienhumorada. El estancamiento crea el efecto contrario”.

“Jamás aceptar un privilegio. Todo privilegio nace del concepto ancestral de dominación y superioridad. Es la anticuada idea de que hay personas mejores o más importantes que otras. El ejercicio de la igualdad trae consigo el verdadero sentimiento de justicia, aquella que tiene por objetivo mayor la pacificación social a través de la paz individual. Mientras existan privilegios habrá diferencias. Donde hay diferencia habrá discordia y conflicto. Todos los males, de diferentes tamaños y orígenes, tienen en su raíz el germen del privilegio que contamina el árbol y sus frutos”.

Permaneció en silencio durante algún tiempo mirando el paisaje por la ventana del tren y dijo: “Todo andariego es un nagual”. Se me hizo extraño el término pues nunca lo había oído. El monje explicó: “En la mitología tolteca el nagual es el ‘guerrero impecable’. Es la persona que no mide esfuerzos o inventa disculpas para posponer el perfeccionamiento del ser. Está siempre dispuesto a ofrecer lo mejor de sí. El nagual sabe que el más sabio de los discursos será siempre el propio ejemplo. La actitud habla un tono por encima del verbo. En esto reside su fuerza inquebrantable”.

Percibí que él había llegado al final. Como no podría ser diferente, torcí la nariz y me quejé. Alegué que el referido ‘manual del jamás’ era muy limitante, pues tenía muchas prohibiciones. El Viejo, antes de hablar, me miró con una mezcla de curiosidad y bondad, como si fuera un niño que insiste en colocar el dedo en la toma a pesar de los avisos de choque: “Eres libre para hacer absolutamente todo lo que quieras. Luz y sombras estarán siempre a tu disposición. Esta es la infinita generosidad del Universo. No obstante, ten la madurez para aceptar las justas consecuencias de tus elecciones. Esta es la enorme sabiduría del Camino. La Ley de la Acción y la Reacción es implacable y no podría ser diferente. No con el fin de punir y sí con el objetivo de enseñar. La vida tiene un compromiso inexorable con la evolución”.

Permanecimos largo tiempo sin pronunciar palabra hasta que el Viejo quebró el silencio: “El ‘manual’ tiene la función de ayudar a aquellos que quieren seguir el viaje pero que por algún motivo perdieron el rumbo. Sirve para que el andariego no se salga del camino hasta que vuelva a encontrar su destino”. Hizo una pausa y finalizó: “Dejar de alimentar las sombras es bueno pero no basta. No obstante, es fundamental para comenzar el alineamiento con la luz”.

 

Gentilmente traducido por Maria del Pilar Linares.

3 comments

Wylly diciembre 3, 2016 at 3:49 am

Interesante la forma de despertar conciencia a través de nuestro propio ser, nunca se tendrán excusas para superar nuestra arraigada ignorancia gracias por estas palabras.

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Vanessa diciembre 13, 2016 at 2:29 pm

Me encanta tus textos llenos de sabiduría , luz , consciencia , me hace viajar hasta el monasterio. Gracias

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Lissette enero 3, 2017 at 10:47 am

Cada texto que nos ofreces está lleno de un mar de sabiduría, que bueno fue conseguirte por acá

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