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Una cuestión de respeto

Canción Estrellada, el chamán que tenía el don de perpetuar la sabiduría ancestral de su pueblo a través de la palabra, tocaba de manera acompasada su tambor de dos faces. Le pedí autorización para sentarme en frente de él en la manta de colores extendida al otro lado de la hoguera. Sin abrir los ojos, a penas sonrió y meneó la cabeza de modo sutil. Mientras me acomodaba, el chamán comenzó a cantar una canción en agradecimiento por estar allí , en aquella noche sin luna y con el cielo salpicado de estrellas, en comunión con la Madre Tierra. Al silenciar la melodía dije que necesitaba conversar; le conté que estaba muy molesto. Había tenido una discusión con uno de mis mejores amigos, quien se había comportado de manera bastante irrespetuosa conmigo en una determinada situación y no nos hablábamos hacía un tiempo. Canción Estrellada encendió su pipa con el hornillo de piedra roja, sin prisa, como si la noche no tuviese fin; aspiró dos veces, me convidó a fumar y no pronunció palabra.

 

Al día siguiente me llamó para que lo acompañara a hacer algunas compras hasta una población en las montañas de Arizona, próxima a su casa. Fuimos en su camioneta y en el trayecto aproveché para retomar el asunto de la pelea con mi amigo. Narré los detalles y expliqué los motivos de mi decepción. Canción Estrellada quiso saber la razón por la cual no había buscado a mi amigo para conversar con la intención de rehacer lazos valiosos: “Si el recuerdo de él te viene al corazón en todo momento es porque un buen fruto restó”, agregó. Respondí que era él quien estaba equivocado y por tanto debía buscarme. Era una cuestión de respeto. Los ojos del chamán parecían tristes así que silenció su voz.

 

Entramos a una tienda de productos orgánicos en busca de esencia de equinácea, una flor que tiene propiedades medicinales pues estimula el sistema inmunológico. Como no la encontramos en el lugar de siempre, le pedí auxilio a una funcionaria que arreglaba una estantería. La joven respondió de manera educada que tan pronto terminase me ayudaría. Lo interpreté como falta de consideración e inicié un discurso recordándole  mi condición de cliente y su obligación en atenderme con rapidez. El chamán, de modo gentil, interrumpió la bronca, le pidió disculpas a la joven y me llevó fuera del establecimiento. Fuimos a la cafetería contigua y pidió dos tazas de té. Nos sentamos,  me miró a los ojos antes de preguntar: “¿Por qué estás en guerra con el mundo?”.

 

Manifesté que no entendía lo que quería decir. Canción Estrellada explicó: “Te enfureciste con tu amigo en una pelea que consideras definitiva, aún así a todo momento traes el asunto de vuelta. Ahora por poco motivo demuestras total impaciencia con la vendedora de la tienda. Por lo visto hay una enorme herida dentro de ti, pero en vez de buscar la cura prefieres esparcir tu dolor a toda la gente. ¿Percibes que ese comportamiento sólo te hace vulnerable al sufrimiento?”. Le respondí que estaba equivocado. Yo estaba bien, eran sólo cuestiones puntuales que involucraban falta de respeto para conmigo y que el respeto se impone, agregué. Él sacudió la cabeza y dijo: “Eso no tiene nada que ver con respeto, es plena manifestación de orgullo y sucede cada vez que el ego se crece”.

 

Discrepé diciendo que respeto no se pide, se exige. Él levantó las cejas y respondió  seriamente: “¿Se exige? ¿Y si el interlocutor se rehúsa a obedecer? ¿Harás un escándalo? ¿Lo golpearás?”. Le dije que no esperaba llegar a tal extremo, pero que no veía otra forma de impedir que las personas abusaran de mi buena fe. Canción Estrellada me concedió una mirada generosa y dijo: “La buena fe es tuya, así como el respeto. Si estas virtudes ya están en tu corazón nadie podrá quitártelas”. Dije que no estaba entendiendo y el chamán fue paciente: “Cada vez que luchamos contra el mundo es porque estamos desviando el eje principal del combate: la batalla que cada cual debe librar dentro de sí. Significa que al transferir la responsabilidad que nos cabe estamos dando poder a las sombras en vez de iluminarlas”. Hizo una pequeña pausa y prosiguió su raciocinio: “Sin embargo, jamás debemos permitir que alguien nos irrespete y la manera de impedir que esto suceda hace toda la diferencia. La forma en que reaccionamos a las contrariedades que se presentan muestra qué puentes ya pudimos atravesar”.

 

Irritado, le pedí que me explicara cuál era la mejor manera de reaccionar ante las decepciones, provocaciones y ofensas. El chamán no se permitió entrar en mi energía tempestuosa y, por el contrario, mantuvo un tono sereno de voz y su entorno armonioso en nuestra conversación: “La regla de oro es respetarse a sí mismo. Cuando el individuo se respeta el Gran Misterio lo abraza y acoge. Acción y reacción”. El Gran Misterio era el término con el cual él se refería al Universo. Argumenté que para él era fácil pensar así pues era chamán y el conocimiento sobre magia que tenía hacía que las personas lo respetaran. Canción Estrellada dio una agradable carcajada como si hubiese oído una bobada de la boca de un niño y dijo: “Si soy respetado es por el simple hecho de respetarme. Me respeto al cultivar la flor de las virtudes en mí. Esto me hace inmune a las ofensas”.

 

Le pedí que se explicara mejor. Canción Estrellada no se hizo de rogar: “Sólo el ego se ofende. Entre más fuerte el ego más frágil será la persona, pues estará más susceptible a ser impactada por las actitudes ajenas. Disminuye el tamaño del blanco y dificultarás el trabajo de las flechas. Solamente se siente humillado quien posee orgullo y vanidad exacerbados. Son dos características que hacen al individuo vulnerable. Son como hiervas dañinas que impiden el crecimiento de la flor de las virtudes”.

 

Dije que precisaba saber más sobre esa flor. El chamán explicó: “La flor de las virtudes es como una margarita. Cada uno de los pétalos es una de las innumerables virtudes: la humildad, la simplicidad, la compasión, la misericordia, el respeto, la pureza, la armonía, la justicia, la libertad, la sensatez, la prudencia, la alegría, la sabiduría, la gentileza y la paciencia, entre otras. El centro de la flor es la virtud de las virtudes, aquella que sostiene los pétalos y está presente en todas las demás virtudes para que se complementen: el amor”.

 

“La ausencia de una virtud puede perjudicar el ejercicio de las otras. El respeto, por ejemplo, es la regla que el individuo tiene de sí mismo en perfecta medida según perfecciona su propio código moral, mientras amplía el nivel de consciencia y capacidad de amar. Quien actúa de esa manera es imperturbable ante el comportamiento irrespetuoso oriundo de los otros, pues trae consigo la compasión al percibir que nadie puede ofrecer lo que aún no carga en su mochila sagrada, el corazón; la misericordia  entiende que la ofensa es un irrespeto sólo para quien la profiere; la humildad al saber que no tiene la perfección para ofrecer no la exige al mundo; la sabiduría conoce que la opinión ajena define al otro, jamás a sí mismo; la paciencia espera que la prisa de la oruga, poco a poco, se transforme en las alas de la mariposa”.

 

Argumenté que era muy desagradable oír a las personas hablando mal de nosotros. El chamán profundizó su raciocinio: “No debemos ocuparnos en lo que no podemos interferir. Sigue tu camino en paz con el propósito de cultivar en ti la flor de las virtudes. Ésta es la mayor batalla, todo el resto será la consecuencia de ésta conquista. Tu nuevo entendimiento se reflejará en un comportamiento armonioso que contagiará a los de tu aldea, al mundo, y se reflejará hasta la más distante de las estrellas. Sólo los insensatos se preocupan por imponer sus ideas y deseos a los otros. La sensatez enseña que la autoridad está en la belleza de las propias elecciones”. Hizo una pequeña pausa antes de continuar: “Yo no tengo poder para moldear el mundo a mi antojo. Tan sólo tengo poder sobre mí mismo, no obstante esta fuerza es ilimitada. A medida que me empeño en un proceso continuo de perfeccionamiento personal, ilumino con serenidad y coraje los rincones oscuros de todo lo que me cerca y, lentamente, todo a mi alrededor comienza a armonizarse en una sinfonía de amor y paz. Si hago la parte de todo lo que me corresponde, el poder del todo me es transferido”. Guiñó un ojo y susurró: “Esto es magia”.

 

El respetado chamán prosiguió: “Al exigir respeto de los otros estamos presos a la voluntad ajena en triste cárcel de resentimientos; no podemos concederle a nadie tal poder. Cada cual impone respeto a sí mismo en su viaje, cuyo destino es despertar la esencia divina que le habita y anima. El florecimiento de las virtudes se traduce en libertad, plenitud y alegría. Es pura Luz”. Me ofreció una sonrisa generosa y finalizó: “Todo lo demás es sólo el escenario de una ilusión pasajera”.

 

Gentilmente traducido por Maria del Pilar Linares.

 

 

 

 

 

 

4 comments

Juan Flores mayo 28, 2017 at 9:20 am

Excelente historia, gracias.

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Juan Flores mayo 28, 2017 at 9:20 am

Enseñanza por demás especial

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Felipe maldonado agosto 6, 2017 at 7:24 pm

Gracias yoskhaz

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Carmen Bernardez septiembre 10, 2017 at 9:24 pm

Cada una más profunda y apasionante, todas insuperables…

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