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La Estación

En la pequeña y elegante ciudad localizada en la falda de la montaña que acoge al monasterio hay una antigua estación de tren. Estaba con Lorenzo, el elegante zapatero amante de los vinos y de los libros, sentados en un antiguo banco de madera a la espera de su sobrina, que a pedido de la madre, una de las hermanas del artesano, pasaría algunos días con el tío, con la intención de ayudarla a disolver la angustia que la sobrecogía. Estaba muy temprano y el sol aún no ganaba fuerza para ahuyentar el frío de la madrugada. Percibí que Lorenzo estaba encantado con todo aquel movimiento de llegadas y partidas, típico de cualquier estación. Antes que yo indagase sobre el asunto, apareció su sobrina. La joven tenía alrededor de treinta años. Muy bonita, aunque bastante desanimada. Se abrazaron fuertemente como hacen los que se aman al encontrarse. Fuimos presentados y ella fue muy gentil. La joven dijo que deseaba un café. Nos dirigimos a una cafetería próxima. Cuando la simpática mesera colocó sobre la mesa las tazas humeantes acompañadas de pan caliente con el delicioso queso de la región, la sobrina abrió su corazón. Lamentó que la vida hubiera dado un vuelco.

Ella estaba de vacaciones. Trabajaba en una famosa empresa de moda italiana de ropas y accesorios femeninos, mundialmente conocida. El ambiente en el trabajo andaba pésimo; disputas internas, no siempre dignas, por más espacio y notoriedad, así como discordia entre todos los del equipo de su sector. Además de esto, no sentía en su pareja la motivación y alegría sinceras de estar a su lado. Como si no fuera suficiente, el padre se encontraba en coma terminal, reflejo de la enfermedad que lo acometía hacía años. Finalmente confesó que, aunque siempre había amado la vida, vivir de aquella manera no le parecía atractivo. Le faltaban fuerzas para proseguir.

El zapatero mordió el sándwich, se limpió los labios, bebió un sorbo de café… Como si no tuviese prisa para escoger la mejor palabra, apuntó con el mentón hacia la plataforma detrás de la ventana y dijo: “Una vez al día, todos los días, esta estación recibe y despacha muchas personas. Vengo aquí hace años y cuando veo a dos personas abrazándose, muchas veces llorando, nunca sé si es por la alegría de la partida o de la llegada”. La joven lo interrumpió para advertir que podía ser de tristeza, ya que la partida no siempre es deseada. Lorenzo la miró con dulzura a los ojos y explicó: “Cada vez que hay tristeza por el simple hecho de alguien seguir su rumbo, significa que existe algo errado en nosotros. Los espíritus libres encaran la partida con sabiduría y amor, por lo tanto, con alegría”. Hizo una pequeña pausa para volver a beber un sorbo de café y continuó con el raciocinio: “No me refiero apenas a la partida de personas queridas para otras ciudades o esferas, sino también de empleos, cosas, amores, ideas y comportamientos. Estamos condicionados a tener el control de nuestras vidas; sin embargo, por error de cálculo pasamos buena parte del tiempo intentando dominar las situaciones externas que nos envuelven, justo aquellas sobre las cuales casi no tenemos injerencia, olvidando cuidar de la única parte sobre la cual tenemos total poder: cada uno sobre sí mismo. Cambiamos la realidad a medida que modificamos nuestras elecciones; tan sólo en el ejercicio de la libertad encontraremos la plenitud y la paz”.

“Nuestras elecciones nos conceden el poder de la vida. Perfeccionar las elecciones es el verdadero proceso de liberación y cura del ser. Alas o esposas se definen según entendamos las razones y los sentimientos que mueven cada decisión. Tristeza o incomodidad en la partida revelan la posibilidad de apego, egoísmo o intento frustrado de dominación. “Posponer la partida es prolongar el dolor. Suelta todo y a todos. Esto es esencial para quien quiere aprender a volar”.

Dio una pequeña pausa y prosiguió: “¿Por qué entristecerse con el ciclo de la vida? ¿Percibes que todo y todos tienen su hora de partir?”. La joven se espantó. ¿Todo y todos? El artesano meneó la cabeza y dijo: “Sí, sólo sufrimos por la partida de alguien cuando, por infantilidad o miedo, transferimos equivocadamente a otra persona el eje central de nuestra existencia. Recupera el poder que te pertenece por esencia, mientras tanto, no interfieras en la trayectoria ajena”.

“No me refiero sólo a las personas que parten hacia otros destinos en busca de sí mismas, también a cosas, lugares y situaciones que ya tuvieron importancia en nuestras vidas, pero que completaron sus ciclos. En suma, todo lo que representa el status quo está sujeto a cambio; todo lo que está no permanecerá, de lo contrario no tendrá lugar la indispensable renovación y la vida no nos deleitará con su fantástica magia. Esto nos ayuda a tener una relación saludable con lo efímero y, por consecuencia, con la temida muerte, fase necesaria para la continua evolución”.

La muchacha confesó que tenía miedo de perder lo que había conquistado y terminar sin nada. El tío se mantuvo didáctico: “La vida exige coraje, pero no el heroísmo agresivo o desmedido de los locos, sino la valentía tranquila que nace de la visión de los sabios. ¿Te has dado cuenta que la estación de partida es la misma de llegada? Precisamos dejar ir para que podamos tener los brazos abiertos y las manos libres para recibir lo que o a quien vendrá. El sabio sabe que el fin de un ciclo será necesariamente el inicio de otro, así como una historia comienza cuando otra termina. Esto alimenta y fortalece tu coraje ante lo nuevo y desconocido”.

La sobrina preguntó cómo saber que la hora de soltar algo ha llegado. Lorenzo dijo: “Cada vez que nos sentimos infelices o incómodos significa que algo debe ser modificado. Siempre en nosotros mismos, nunca en los otros. Cada cual es responsable por sus transformaciones y asume las consecuencias de sus elecciones. Abandona definitivamente el vicio de desear que el otro, o hasta el mundo, cambie para adecuarse a sus deseos. Esto es falta de respeto y, lo peor, intento de dominación, además de inútil pues es ineficaz. Haz tu parte de la mejor manera posible y tan sólo sigue adelante. Podrás no estar de acuerdo con el otro, pero jamás impongas cualquier tipo de cambio bajo ninguna condición. Lo contrario también se aplica: nunca concedas a nadie el poder sobre tus elecciones. Al final, y gracias a ellas, cabe a cada cual las duras intemperies o los bellos paisajes del propio viaje”.

“Ten presente la posibilidad de aceptar con paciencia y respeto cuando la decisión de alguien en partir, de alguna manera, te afecte. El otro también está en la trayectoria para el encuentro consigo mismo. En ese caso es hora de desear buen viaje y substituir la tristeza de lo que se va por la alegría de lo que vendrá.”.

“Cuando la vida se muestra desabrida o desagradable está avisando que es hora de hacer cambios inevitables para impulsar los avances, que es momento de partir o dejar ir. La vida precisa de movimiento para que no se estanque. No el movimiento vacío de la diversión superficial que no pasa de ser una fuga de sí mismo, sino el movimiento que te lleva al encuentro interior, aquel que te convierte en una persona diferente y mejor; libre y en paz.”.

Permanecimos algún tiempo sin pronunciar palabra hasta que la joven comenzó a llorar. Le pregunté si estaba bien. Ella movió la cabeza de manera afirmativa. Dijo que necesitaba estar a solas consigo misma. Pagamos la cuenta y salimos.

Pasados algunos días, regresé al taller de Lorenzo y le pregunté por su sobrina. Dijo que ella había ido a pasar una semana en la hacienda de una amiga, cerca de allí. Estábamos en el medio de una conversación cuando la sobrina entró. Quedé sorprendido. El semblante era otro, traía una bonita sonrisa en el rostro. Me saludó y le dio un beso en la mejilla al tío. En seguida mencionó que los días de introspección le habían permitido una importante revelación acerca de la realidad. Ella entendió que la terquedad para soltar lo que la cercaba sólo prolongaba el sufrimiento al mantener a su lado lo que ya no debería estar. El estancamiento trae podredumbre; en el movimiento reside la cura. Ahora podía ver esto con claridad. Recordaba la dificultad y los dolores del padre durante el tratamiento; el deterioro físico ocurrido. Tenía la clara percepción de que ambos estaban presos en una celda dolorosa; él a la espera de oír que podía partir en paz, pues ella estaría bien y, tarde o temprano, se encontrarían en otra estación ya que el amor alinea los destinos. Confesó ser egoísta y ahora estaba dispuesta a despedirse de él. Le desearía un buen viaje y un hasta luego. El artesano movió la cabeza y dijo: “Sí, llega la hora de disolver el cuerpo para que el espíritu prosiga hacia un nuevo trecho de la gran jornada”.

En seguida, la joven comentó sobre la cantidad de concesiones forzadas estaba haciendo para mantener al novio a su lado, que además de infructíferas, los hacían infelices. Había llegado el momento de cada uno tomar su tren y partir en busca de nuevas historias. El romance tuvo sentido hasta un determinado capítulo, después las letras no compusieron palabras. Finalmente, confesó cómo se sentía oprimida en la empresa en la que trabajaba. Aunque hubiese ganado mucha experiencia, estaba insatisfecha. Sabía que muchos deseaban el empleo que ella tenía, pero de nada servía ser admirada y vivir el sueño ajeno si ella no era feliz allí. Ya no sentía la alegría de los primeros años. Admitió que siempre pensó en crear ropa y accesorios de moda a su propio gusto y estilo. Era necesario colocar el vagón de la vida sobre la carrilera en dirección a su don. Estaba determinada a renunciar, abrir un pequeño atelier, desarrollar su propia marca. Sabía que al comienzo sería muy difícil, pero igualmente desafiante, pues al final estaría realizando su sueño. Con los ojos aguados narró que recordaba haber oído de la boca del tío, cuando era niña, que los riesgos son los condimentos de la vida y que sin libertad el espíritu enferma.

Lorenzo abrió una amplia sonrisa, se levantó y abrazó a la joven por largo tiempo. Se miraron profundamente y el zapatero dijo: “Estás lista para ir a la estación. El tren de tu próximo destino acaba de llegar”.

 

Gentilmente traducido por Maria del Pilar Linares.

 

 

 

 

2 comments

Jaimito julio 2, 2017 at 11:26 am

Es lo que todos esperamos el tren de nuestras vidas😊

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Eduardo julio 2, 2017 at 7:24 pm

Simplemente tan hermoso y oportuno! Gracias! : ) Siempre me miman sus lecciones me quedo perplejo y atento cual niño ante su Abuelo! Disfrutando de la experiencia de los años y la verdadera felicidad! Me siento muy feliz! Me consuela mucho cada detalle! Me siento amado y cuidado! Dios es bueno conmigo! Gracias!

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