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Aquí y ahora

Lorenzo, el zapatero amante de los libros y de los vinos, llenó nuestras tazas con café fresco para iniciar una conversación banal cuando fuimos sorprendidos por Zinedine, un simpático artista plástico local que se dedicaba a esculpir piezas en bronce. Aunque tenía talento y sensibilidad, la mayor parte de sus obras estaban inacabadas. A veces porque mientras esculpía una pieza se le ocurría otra idea que consideraba mejor y abandonaba la anterior; otras, abandonaba el trabajo a la mitad pues no lo consideraba lo suficientemente bueno. Tenía la sensación de que el tiempo pasaba con rapidez y estaba agotando la herencia dejada por la familia. Tenía gran urgencia de que el arte pasara a ser también un oficio y fuente de sustento, hecho que lo dejaba cada vez más agobiado. Nos contó que acababa de llegar de un viaje y aunque había sido muy agradable, confesó que a partir de determinado momento comenzó a extrañar su casa. Al cabo de algunos días de haber regresado, ya tenía unas ganas enormes de volver a viajar. Lorenzo le ofreció una taza de café y le dijo: “Viajar puede tener un efecto parecido a renovar el guarda ropa del alma, pues nos depararnos con otras culturas, maneras diferentes de ser en la vida y de estar en el mundo. Esto amplía las posibilidades e indica rumbos nunca antes imaginados, lo que es maravilloso. Sólo extrañamos lo que es bueno, hecho que revela que en casa introducimos a lo cotidiano los hábitos que nos agradan y alegran. Si después de estar fuera, en un determinado momento no extrañas tu casa y tu rutina, revela que hay algo errado en tus elecciones o que todavía no sabes dónde está tu casa, ni has entendido la rutina que debes construir para ti. El viaje tiene el poder de revelarnos el camino a casa”, hizo una pequeña pausa antes de concluir: “En todos los sentidos”.

 

Zinedine argumentó que poseía una naturaleza inquieta. Cuando estaba aquí quería estar allí y viceversa. Admitió que nunca estaba totalmente a gusto en un lugar, pues cuando estaba en casa trabajando se acordaba de las delicias de descubrir una nueva ciudad y los hábitos de su pueblo; cuando viajaba sentía deseos de volver para plasmar en sus obras las maravillas del mundo y de la vida que había descubierto. Lorenzo comentó: “El movimiento es gratificante cuando está dirigido por la necesidad consciente de la búsqueda por sí mismo; al estar desorientado, el individuo se mueve en sentido contrario, tras distracciones y fugas que pospongan el encuentro más importante de la vida, aquel que tarde o temprano tendrá consigo mismo. A menudo, se vuelve una persona impaciente, entonces, es hora de la introspección y de la quietud, movimiento que hacemos hacia dentro; el viaje interior capaz de revelarnos diferentes maravillas, de un encanto sin igual, que no encontraremos en ningún otro lugar del mundo”.

 

“Hay los que se sienten bien en echar raíces como árboles milenarios. Otros se sienten a gusto en vagar como el viento llevando y trayendo los perfumes de otras estaciones y dimensiones. Existen los que circulan como las aguas conduciendo a las personas en sus corrientes y fertilizando las tierras por donde pasan. Algunos se comportan como el fuego para destruir las viejas formas y forjar el acero de una nueva realidad”. Bebió un sorbo de café y agregó: “No se te haga extraño si unas veces te comportas de una manera y en otros momentos de otra. Lo importante es entender que cada cual es único y todos somos esenciales; en esto reside la belleza de la vida”.

 

“Cuando el movimiento se hace de dentro hacia fuera las elecciones son serenas y alegres, debido a la percepción del perfeccionamiento personal, al florecimiento de las virtudes, a la conquista de la libertad, de la paz y de la plenitud, reflejando la evolución interna en el embelesamiento planetario. Al dejarse llevar por el movimiento contrario, el condicionamiento impuesto por el actual nivel de la humanidad, se estarán alimentando las sombras del orgullo y de la vanidad que direccionarán las elecciones personales. La falta de profundidad hace efímera todas las situaciones y personas, creando en el individuo la necesidad de reabastecimientos cada vez más frecuentes en forma de brillo y aplausos para maquillar una existencia basada en las pinturas de un cascarón vibrante, sin ninguna comprensión del valor de la semilla adormecida en lo más profundo del ser. El propulsor de esa hambre frenética y voraz estimulará, en un primer momento, la ansiedad y al expandirse al máximo, la agonía y la depresión”.

 

“La falta de entendimiento acerca de la esencia de sí mismo genera insatisfacción con relación a todo lo que lo cerca, desordena el corazón, bloquea la mente y oculta el camino de regreso a casa al posponer el debido alineamiento entre el ego y el alma, haciendo aún más dolorosa la batalla del ser dividido. Para aquellos, el mundo nunca será un buen lugar para vivir, por más lujoso que sea el castillo de cemento y ladrillos por ellos habitado”.

 

Inteligente, el artista plástico preguntó si el zapatero usaba aquel discurso como una manera indirecta de explicar el hecho de que él, Zinedine, nunca se sintiese satisfecho donde estaba o por dejar sus obras inacabadas al iniciar la construcción de otras. Lorenzo levantó las cejas y dijo: “Si no sabes qué decir ninguna palabra tendrá sentido ni traerá claridad; si no sabes a dónde deseas estar, ninguna casa será un hogar”. El artista argumentó que en su cabeza pululaban muchas ideas y que él estaba en duda sobre cuál de ellas era la mejor. El zapatero intentó explicar: “Todas las ideas son buenas, sólo depende de la manera como serán trabajadas. Todos los asuntos pueden tocar el corazón de las personas, basta el abordaje adecuado”.

 

“Cuando comiences algo, prosigue. Deshaz, recomienza, insiste. Aprende con las dificultades. Hazlo de nuevo, corta, lima, perfecciona. Ve, regresa y vuelve a ir. Nada está listo, todo está por hacer y carece de final”.

 

“Lo importante es ser íntegro dónde quiera que estés, en absoluta intensidad con toda la magia que el momento ofrece. Cuando hago un zapato, algunas veces hago tan sólo un zapato; otras puedo aprovechar la oportunidad para transformar el cuero como arte circulante en pies ajenos. La diferencia será cuánto de mi corazón deposité en aquel trabajo”. Volvió a beber un sorbo de café y comentó: “Una hoja de papel puede servir para envolver el pan, escribir una poesía, hacer origami o ser sólo una hoja de papel. Tu mente podrá llevarte hasta la esquina o a lugares fantásticos, únicamente depende de cuánto de ti mismo es ofrecido en cada mirada y gesto”.

 

“Independiente de la situación, cuando observamos y actuamos con amor el universo se manifiesta en luz”.

 

“Así sucede con el hecho de siempre desear estar en otro lugar, diferente de aquel en el cual te encuentras. Mientras no entendamos quiénes somos no sabremos dónde estamos. Sin referencias sobre mi dirección personal no entenderé el sentido del Camino. Pienso en el taxi de Londres cuando estoy en el metro de Tokio; deseo un restaurante de Nueva York mientras almuerzo en un mercado de Estambul. De esta manera acabo desperdiciando el tesoro de la existencia”. El artista plástico quiso saber sobre la riqueza referida por el zapatero. Lorenzo dijo: “Es una valiosa sabiduría enseñada por Buda que, por ser tan antigua, muchos la juzgan obsoleta”, arqueó los labios con una leve sonrisa y agregó: “El mejor lugar del mundo es aquí y ahora”.

 

“Independiente de dónde estemos, aquí están tus lecciones y la miel de la vida. Ahora es hora de ofrecer lo mejor de ti, hacer diferente y ser feliz. No existe ningún otro lugar o momento”.

 

“La espera no siempre significa paciencia. Movimiento no siempre se traduce en transformación. Deseamos tanto un puerto seguro que olvidamos que la vida acontece en los mares de la travesía. Desperdiciamos la fila del autobús, el supermercado repleto, los niños llorando, el hambriento que pide pan, el amigo problemático, los parientes difíciles, la ardua y bonita lucha por la supervivencia, semillas de todas las lecciones. Al final, al desear el paraíso, donde no exista ninguna de estas preocupaciones, perdemos la vida a la espera de la hora ideal y del lugar perfecto. La luz es un don latente en el ser; la queremos pero no siempre percibimos el velo que la esconde ante nuestros ojos. Al desear la obra lista olvidamos las herramientas que se nos ofrecen, la responsabilidad que nos corresponde como criaturas y la alegría al ser partícipes de la creación”.

 

“El momento cierto y el lugar adecuado será siempre donde esté tu corazón, que sólo puede estar aquí y ser ahora”.

 

Permanecimos largo tiempo sin pronunciar palabra. Fue Zinedine quien rompió el silencio al preguntar si el zapatero le aconsejaba permanecer con una idea o en determinado lugar, aunque no estuviese satisfecho. Lorenzo meneó la cabeza y respondió: “En absoluto. La insatisfacción es la primera señal de la necesidad de cambio. Nadie está obligado a nada. Las elecciones son y deben ser libres para que puedan traducirnos y conducirnos por el Camino. La libertad es una herramienta indispensable para las mutaciones. Sólo no debemos comportarnos de manera superficial y voluble, independiente de si nos vamos o nos quedamos, permanecemos o cambiamos. Recuerda que hay lecciones ocultas en los problemas. Lo importante es aprovechar la situación vivida aquí y ahora con la máxima intensidad, vivir el momento por entero para que pueda expandirse hasta el límite y, así, transmutarlo en otra posibilidad nunca antes imaginada”. Agachó la cabeza y susurró como si contara un secreto: “Entonces la luz”. Bebió el último sorbo de café y finalizó: “Fuera del aquí y ahora no existe vida, apenas un espectro de vida”.

Zinedine cerró los ojos y sonrió en agradecimiento.

 

Gentilmente traducido por Maria del Pilar Linares.

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