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La frontera entre la riqueza y la prosperidad

Uno de mis socios de la agencia de publicidad consiguió localizarme en la única posada de la pequeña villa china donde vivía Li Tzu. Tanto la señal de celular como la de internet eran precarias e intermitentes por causa de la región, comúnmente azotada por fuertes vendavales. El recado dejado en la recepción era claro: yo tenía que retornar inmediatamente de mis vacaciones e interrumpir los estudios del Tao Te Ching que hacía con el maestro taoísta. Una conocida multinacional nos estaba contactando para cerrar un atractivo contrato. Sin embargo, para atenderla de la mejor manera, teníamos que rescindir los acuerdos con las pequeñas y medianas empresas que siempre fueron una base sólida para la agencia. Toda la paz y la felicidad que estaba sintiendo con los estudios, la meditación y la práctica del yoga, iniciados en aquel viaje, desaparecieron por completo. Me puse tenso y dudaba en ir o quedarme; me debatía entre el riesgo de aceptar un negocio millonario que era susceptible a caer dada la variación de los intereses típicos de una gran corporación, mas que, manteniéndose me haría rico, o permanecer atendiendo las muchas empresas que nos acompañaban desde el inicio de la agencia. Con los nervios exaltados y los socios divididos entre las opciones, acabé discutiendo con uno de ellos al devolver la llamada.

Cuando entré a la casa de Li Tzu, Medía Noche, un perezoso y desconfiado gato negro que vivía allí, me miró espantado, erizó el pelo y se escondió. El maestro taoísta al verme, aún sin conocer los hechos, no dudó al afirmar: “Algún acontecimiento no fue bien absorbido en tu interior y ha tenido la fuerza para desequilibrarte. Tu energía emana tensión y desajuste”. Me confesé enojado y le conté todo lo que había ocurrido. Él me invitó a tomar un té. Mientras me acomodaba en la mesa, Li Tzu colocó algunas hiervas en infusión; le comenté que estaba triste por tener que interrumpir abruptamente aquel retiro debido a la solicitud de mis socios, pues aquella convivencia me hacía bien. El maestro taoísta se encogió de hombros, como quien dice algo obvio y manifestó: “A cada cual los percances a ser enfrentados en el Camino. Lo que fortalece al peregrino son sus elecciones de dirección cada vez que surge alguna bifurcación, y son muchas, unas simples, otras complejas. Por un lado, la vereda de las pasiones; por el otro, el sendero del amor. A cada elección escribimos el diario del viaje, definimos el paisaje que encontraremos a seguir, así como el tiempo y la dificultad del recorrido en aquel trecho”.

Quise conocer el motivo por el cual algunas elecciones eran tan complicadas. Li Tzu respondió con compasión: “Las elecciones son fáciles cuando envuelven aspectos aparentemente superficiales de nuestras vidas; sofisticadas cuando traen cambios significativos. Todas son importantes. Complicadas, no obstante, sólo cuando todavía desconocemos quiénes somos; esto nos impide entender hacia dónde proseguiremos. Todas se vuelven simples cuando sabemos a dónde queremos llegar”. Discordé bajo el argumento de que cualquier persona en mi lugar también estaría dividida y angustiada con la decisión a tomar. La oportunidad era buena, pero involucraba riesgos considerables. Él discrepó: “Los riesgos son inherentes a la vida. La osadía es necesaria”. Le pregunté si me estaba aconsejando que aceptara el negocio con la multinacional. El maestro taoísta meneó la cabeza: “De ninguna manera. La osadía reside en hacer lo que pocos harían. Está en marchar cuando todos creen que deben quedarse o quedarse cuando a todos les gustaría partir. La decisión tiene que ser tuya, pues serás tú quien tendrá que lidiar con las consecuencias y, aún más, es parte esencial del aprendizaje que te corresponde. Cada elección funciona como timón de la embarcación en el viaje de la existencia. El viaje es personal e intransferible, ya que trae consigo la magia de la plenitud cuando se libra la batalla del destino. También puede llevar al sufrimiento cuando se lucha la batalla errada”. Le comenté que no estaba entendiendo y le pedí que se explicase mejor, al final él era un maestro. Li Tzu sonrió con sincera humildad e indicó: “Voy a ayudarte siempre que sea posible. Sin embargo, jamás olvides que cada cual es el perfecto maestro de sí mismo y también el único guerrero que te conducirá a la victoria”. En seguida, abrió un desgastado ejemplar del milenario Tao Te Ching, en el capítulo treinta y tres:

“Es inteligencia conocer a los otros,

es iluminación conocerse a sí mismo.

Vencer a los otros es dominación,

vencer a sí mismo es liberación.

Tener muchos bienes es riqueza,

Vivir con lo suficiente trae prosperidad.

Ser leal a los principios es sabiduría

Vivir por amor permea el Infinito”.

Me pidió que, después de memorizar el texto, me dirigiese a la sala de meditación y permaneciera allí con las otras personas que también estudiaban el Tao. Retorné al final del día en busca de una buena conversación y alguna orientación. Li Tzu me pidió que fuera al albergue a descansar y que regresara al día siguiente. Esto se repitió por tres días consecutivos, sin que yo consiguiera intercambiar ideas con el maestro taoísta. Ansioso, procuré a Li Tzu para decirle que estaba siendo presionado por mis socios quienes me pedían que regresara y exigían una decisión con relación a la cuestión; la multinacional no esperaría por mucho tiempo, a lo que él respondió: “Tu tiempo es el tiempo perfecto para ti”. Dije que no había entendido. El maestro taoísta fue didáctico: “Mientras el tomate madura en meses, el aguacatero lleva años hasta la primera floración. Así son las personas. Cada cual tiene un periodo único de gestación para que una nueva idea esté lista para ser vivida. Es el movimiento interno de contracción, el Yin, que debe llegar hasta el límite para estar completo y entonces poder, en constante proceso de mutación, iniciar la fase de expansión hacia el mundo, el Yang. Ambos son igualmente importantes e imprescindibles. De allí la importancia de la paciencia para con toda la gente y, principalmente, para consigo mismo”. Me miró con bondad y preguntó: “¿Tu elección ya está madura?” Respondí que no y por esto me sentía angustiado. Agregué que no creía justo hacer con que los otros esperaran indefinidamente por mi decisión. Li Tzu concordó parcialmente: “Claro que no podemos extender demasiado una decisión cuando terceros dependen de ella. Esto no es bueno, es ejercicio de dominación. No obstante, tampoco la podemos apresurar demasiado tan sólo para atender la ansiedad y los deseos ajenos. Esto tampoco es bueno; es la autorización a la dominación. Algo o alguien sólo tiene sobre nosotros el poder que le concedemos; no debemos permitir su interferencia en nuestras elecciones. Necesitamos respetarnos, cuidando siempre de mantener el orgullo, la vanidad y el egoísmo a distancia. Esta es una manera elegante de atravesar la vida. Esto es liberador”.

Aquel día, cuando volví al hostal, llamé a la agencia. Quien atendió fue el socio con el cual había discutido. Me atendió exasperado, dirigiéndose a mí de manera ríspida. Lo traté gentilmente y me mantuve sereno. Tuve una actitud humilde al pedirle ayuda para que me dieran una semana más para tomar alguna decisión. Les di la opción de excluirme de la sociedad si eso los hacía sentirse más cómodos, hecho que entendería pacíficamente, aunque dejaba claro que ese no era mi deseo. Le expliqué que todavía estaba indeciso. Poco a poco él se fue calmando y dijo que aguardaría. La conversación me brindó una extraña tranquilidad ya que había enfrentado, de manera sincera y tranquila, el miedo que me atormentaba. Continué durante algunos días más con la meditación y la reflexión sobre las palabras del Tao. Lentamente las ideas se fueron aclarando como en una mañana de invierno donde es necesario esperar que el sol gane fuerza para disipar la neblina que cubre el paisaje. Entonces le dije a Li Tzu que ya había tomado una decisión, así que me invitó a tomar un té. Tan pronto el maestro taoísta llenó nuestras tazas, le dije que estaba feliz con la vida que llevaba. Aunque no era rico, nada me faltaba. Agregué que tenía una óptima relación con los clientes antiguos, dueños de pequeñas empresas; algunos se habían convertido en amigos. No deseaba cambiar eso por una relación impersonal y de meros resultados numéricos. Esta era mi elección. Le pregunté si yo estaba equivocado. Li Tzu bebió un sorbo de té y respondió: “No existe cierto o errado. Las elecciones deben estar alineadas con la vida que cada uno desea vivir. Respeta las decisiones ajenas como manera honesta de hacer con que las tuyas sean respetadas, principalmente por ti mismo. Lo mejor para ti no es necesariamente lo mejor para el otro; lo contrario se aplica de modo exacto. Esto te hace entender cuál es tu batalla para no librar la guerra errada”.

“El planeta sigue en movimiento yang, de expansión. Todo parece agigantarse y grandes corporaciones ganan más poder cada día; pero no te preocupes, pues todo sigue como debe. Al llegar al límite de ese crecimiento el movimiento entrará en mutación y pasará a moverse en contracción, en dirección interna; es el yin. Así nos rigen las leyes universales. Esto es la esencia del Tao. En verdad, algunas personas lo perciben y andan en ese sentido; entienden la belleza y la grandeza de ser pequeño. Entonces, se tornan enormes al hacerse plenas”.

“Conocer la diferencia entre riqueza y prosperidad es un paso decisivo para la paz. La paz interna y, en consecuencia, la paz del mundo. Muchos conciben riqueza como sinónimo de prosperidad. La frontera es imperceptible ante los ojos distraídos. La riqueza está ligada la acumulación de bienes, al concepto de cuanto más tengo más poder tendré. El individuo pasa por toda una existencia empeñado en acumular poses; después está preocupado en proteger la riqueza para no perderla, pues según el típico raciocinio, sería considerado como una derrota”. Me miró con dulzura e hizo una pregunta retórica: “¿Qué utilidad hay en tener más de lo que se necesita?”

Sin esperar respuesta prosiguió: “La prosperidad consiste en hacer buen uso de aquello que se tiene. No existe nada de malo en trabajar y ganar mucho dinero. Esto es maravilloso desde que se le dé buen uso. El dinero es una herramienta importantísima; solamente esto. Sin embargo, debe estar al servicio de una buena obra. Siempre”.

“Aunque no haya una única moneda para ofrecer, un individuo puede ser más próspero que otro que tenga cofres repletos de oro. La prosperidad también reside en la riqueza de conceder una palabra de coraje a una persona que esté con miedo o un abrazo a quien está triste. Ser dulce y gentil es señal de prosperidad. Nadie es tan pobre que no pueda hacer eso, mas es preciso ser próspero para vivir así”.

“Un operario que reciba un salario digno, que se mantenga a sí y a su familia con lo necesario para una vida saludable, dedicado a la sedimentación de las virtudes, tendrá un hogar amoroso y una existencia próspera. La fortuna se oculta en los estados de plenitud, en las riquezas existenciales de la vida: la paz, la libertad, la dignidad, el amor incondicional y la felicidad. El verdadero tesoro es inmaterial y sutil, tal como el espíritu. La plenitud trae consigo un poder inconmensurable”.

Hizo una pequeña pausa y continuó: “El rico dueño de la empresa en que ese operario trabaja puede poseer una gran cuenta bancaria, pero si relaciona plenitud con dinero en realidad no pasa de ser una persona más pobre aún que su funcionario. Aunque se esfuerce para demostrar poder y alegría en fiestas, mansiones y yates lujosos, se trata de un individuo miserable, frágil y triste que necesita de esos adornos y fantasías como muestra de orgullo y vanidad para sentirse fuerte y bello”. Bebió un sorbo más de té y amplió el raciocinio: “En contrapartida, un colega de aquel feliz operario, con el mismo salario y función, puede ser una persona pobre, angustiada e inconforme con su situación, sintiéndose infeliz por el hecho de no poseer una enorme fortuna material, cuando lo que en verdad le falta es la riqueza inmaterial, la prosperidad. De otro lado, nada impide que un empresario millonario sea próspero. Basta que utilice sus bienes con sabiduría en la búsqueda del bienestar personal y para las necesidades comunes a todos. Existen innumerables maneras de hacer esto”.

“En suma, la prosperidad sobrepasa la riqueza. Estará siempre ligada al sentido que se aplica a la existencia personal y a todas las herramientas inherentes a la vida. El dinero es una de ellas, siendo muy bueno cuando es bien usado”.

“Cada persona siempre estará ante la perfecta batalla. Se trata de aquella librada dentro de sí mismo, con las armas disponibles según la exacta necesidad del aprendizaje individual. Esta es la parte que cabe a cada cual en la obra de arte de la vida. Ten cuidado para no olvidarte de la tuya al distraerte con la batalla de los otros. De lo contrario, lucharás la batalla equivocada. Enfréntala con determinación y empéñate en ayudar a los demás según tu capacidad. Así, la prosperidad siempre será una aliada. Este es el buen combate”.

Arqueó los labios con una leve sonrisa, vació la taza y concluyó la conversación: “La prosperidad nos enseña que cuanto menos necesitemos más libres seremos”.

Cuando regresé de la China tuve una reunión con mis socios. Éramos cuatro. Como no hubo consenso, decidimos separarnos definitivamente. Uno de ellos y yo mantendríamos nuestra agencia y permaneceríamos con los clientes antiguos. Los otros dos fundarían una agencia exclusivamente para atender a la multinacional. Los funcionarios que trabajaban con nosotros elegirían con quien deseaban colaborar.

Pasados casi diez años, la multinacional decidió rescindir de manera unilateral el contrato. La agencia de mis antiguos socios intentó permanecer en el mercado, pero no siempre es fácil conseguir nuevas cuentas, principalmente dentro de los niveles a los que ellos se acostumbraron, y mantener la gran estructura que tenían, así que resolvieron cerrar las puertas. Como habían ganado mucho dinero durante aquel periodo, pudieron retirarse sin ninguna dificultad económica con relación a su futuro. Eran ricos. Uno de ellos se fue a vivir a una bella mansión cerca de París, ciudad donde residía la hija. Más tarde supe que sufría de depresión por haber tenido que cerrar la agencia, hecho que consideraba como una derrota personal. Se volvió una persona de difícil trato. El otro separó una buena parte del dinero adquirido para montar una ONG cerca de un suburbio de Rio de Janeiro, con el fin de instruir a jóvenes carentes en programas de diseño gráfico, indispensables para quien desea ingresar en el mundo de la publicidad. Era un hombre feliz por usar lo que tenía para la alegría de todos, fuese en dinero o por la vasta experiencia que tenía en el sector.

Por otro lado, mi socio y yo continuamos con la agencia funcionando, siempre con pequeños contratos. Lejos de volvernos ricos, vivimos con alguna comodidad. Yo sigo trabajando mucho y me siento un poco más sereno y alegre cada día. Me gusta ver cómo conseguí ayudar, de alguna manera, con mi don en el desarrollo de aquellas antiguas empresas. La amistad con los propietarios de esas empresas se fortaleció y algunos se convirtieron en miembros de mi familia. Una común-unidad. No obstante, el socio que permaneció conmigo vive lamentándose de la oportunidad desperdiciada de convertirse en millonario. Se volvió amargado. Siempre que surgen las inevitables dificultades, lamenta no estar en el lugar de aquel que “está en París, bebiendo champaña en los Champs-Élysées”. Olvida que los anillos de brillantes no siempre revelan el verdadero poder de las manos de quien los usa.

Hoy, cuando escucho que las personas confunden riqueza con prosperidad, es inevitable recordar las lecciones de Li Tzu. Recuerdo que en aquella visita cuando, con la mochila en los hombros, fui a despedirme de él, el maestro taoísta me preguntó si mi elección estaba madura. Le respondí que sí. Entonces susurró uno de los secretos más profundos del Tao: “El poder sobre ti mismo te concede la fuerza del mundo y la belleza de la vida”.

 

Gentilmente traducido por Maria del Pilar Linares.

3 comments

victor vivas enero 10, 2018 at 6:50 pm

Excelente lecho de sabiduría…

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Xochicuautli enero 20, 2018 at 1:17 pm

Es magia ……cada lectura q eh leido es lo q en mi camino estoy pasando esta no es la escepcion, ahora tomare el poder sobre mi misma, dejare q mis elecciones maduren.
Gracias Yoskhaz por compartir.

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Inés abril 18, 2020 at 10:29 pm

Cada cuento que trae Yoskhaz me acerca un poco más a la prosperidad. Infinitas gracias! Muito obrigada!

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