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La medicina de la lechuza

El tambor de dos caras de Canción Estrellada, el chamán que tenía el don de compartir la filosofía de su pueblo a través de la palabra, rugía noche adentro en las montañas de Arizona, entonando una dulce canción ancestral cantada en dialecto nativo. Uno de los amigos más queridos del chamán había fallecido. Canción Estrellada estaba solo en su lugar de poder, un sitio a donde le gustaba ir cuando quería conectarse con el lado invisible de la vida. Era una planicie en lo alto de la montaña en cuyo peñasco, bien a la orilla, un árbol se mantenía en equilibrio improbable. Al día siguiente habría un funeral en la ciudad, en donde todos los compañeros e integrantes de la tribu estarían presentes. Cuando llegué y extendí mi manta al lado de la hoguera, el chamán realizaba ese ceremonial personal. Todo comenzó en la mañana. Al encontrar su casa vacía, una vecina me informó lo sucedido. No fue difícil imaginar en dónde lo encontraría. Como él no tuvo ninguna objeción con mi llegada, me senté y aguardé en silencio hasta que terminaron las canciones. Canción Estrellada me miró, arqueó los labios con una leve sonrisa y me saludó con un movimiento de cabeza sin pronunciar palabra. Le comenté que sabía de lo ocurrido y le ofrecí mis condolencias. Sin embargo, no era solo esto. Otros acontecimientos se sumaban para haber llevado al chamán a su lugar de poder.

Canción Estrellada transmitía a los niños leyendas y canciones ancestrales en una escuela local hacía muchos años. El nuevo director designado para el cargo que venía de la capital, había dispensado los servicios del chamán pues entendía que, por el hecho de él no tener graduación universitaria, estaba impedido por ley a ejercer esa función. Yo sabía cuánto Canción Estrellada amaba contar historias y cantar para los chicos. Era fácil percibir lo difícil que era para él. Yo me había enterado de ese hecho cuando fui a la tienda a comprar algunas provisiones antes de tomar el sendero y subir la montaña. Le comenté al chamán que lamentaba también esta otra pérdida.

Él me miró con curiosidad, como quien se divierte con un pequeño torpe y dijo: “Puede haber pérdida o puede suceder una transformación. Puede haber drama o evolución. La elección cabe a cada cual. Las cosas siempre cambian y es muy bueno que esto suceda. Sin embargo, muchas veces no estamos preparados; entonces, todo parece oscuro”. Hizo una breve pausa y habló como quien dice algo obvio: “Por esto vine a conversar con la lechuza”.

Atónito, dije que no había entendido. Le pregunté si aquellas canciones eran para llamar a las lechuzas del bosque. Miré a los lados para ver si las aves ya estaban posadas en los árboles. Canción Estrellada dio una deliciosa carcajada y sacudió la cabeza como quien dice que no era eso a lo que se refería. En seguida explicó: “Los animales no tienen consciencia, no obstante, cada especie por instinto posee una energía colectiva que flota sobre la atmósfera. Esta energía, aunque no sea creadora, es fundamental para el mantenimiento y equilibrio del planeta. En el chamanismo aprendemos a utilizar esa energía, típica de cada especie, como instrumento de cura. No directamente en el aspecto físico, sino como fuerza de armonía y superación en las esferas mental, emocional y espiritual”. Se encogió de hombros y concluyó: “Que de alguna manera siempre trae reflejos al cuerpo físico”. Hizo una pequeña pausa para encender el hornillo de piedra roja de su pipa y prosiguió: “Aunque podamos usar las energías de todas las especies para la cura, siempre hay algunos animales con quienes tenemos mayor afinidad; son nuestrosanimales de poder”. Enfatizó que era una explicación muy resumida del asunto y que solía enseñar eso con mayor profundidad en las clases que impartía a los niños. Aclaró que los animales de poder eran la base para que cada uno entendiese y construyese su propio tótem. Los tótems representan las características espirituales, dones y fuerzas predominantes que actúan en una persona, tribu o clan. Ante mi espanto dijo: “El universo tiene una sofisticación que va más allá de donde los ojos pueden ver y la imaginación puede alcanzar”.

Quise conocer el motivo por el cual había ido a conversar con la lechuza. Canción Estrellada fue didáctico: “La lechuza está en la cabeza de mi tótem personal. Es mi animal de poder predominante. Hay momentos en la vida en que algunos acontecimientos tienden a empujarnos fuera de nuestro eje de equilibrio. Esto suele suceder para impulsar nuestros avances a partir de la disposición que tengamos para buscar un nuevo punto de armonía interna. En esos momentos uso la medicina de la lechuza para mi cura”. Le pedí que me hablara más sobre el asunto. El chamán no se hizo de rogar: “La lechuza, dados sus hábitos, es conocida entre los pueblos nativos como el águila nocturna. Ella posee una enorme capacidad de ver en la oscuridad; de vislumbrar lo que los otros tienen dificultad de ver. La lechuza ve a través de las noches del tiempo”.

Encendió su indefectible pipa, sopló algunas veces y prosiguió: “A veces vivimos situaciones en las que todo parece oscurecer; el día se hace noche. Nos perdemos en el bosque de la existencia; entonces, es necesario encontrar en la oscuridad el camino de regreso hacia la luz; el sendero que nos lleve a casa. Uso la energía de la lechuza como guía para aprender a ver en la oscuridad, para mostrarle a mis ojos la senda de la vida; al final, siempre existirá una manera diferente de seguir, una nueva posibilidad de ser y de vivir”.

Le dije que sabía de los dos momentos difíciles por los cuales estaba pasando: el fallecimiento del amigo y el despido en la escuela. Como yo tenía mucha dificultad para lidiar con la muerte de personas cercanas, insistí en solidarizarme con él por la pérdida que enfrentaba en aquel momento. El chamán, observando el humo de la pipa que iluminado por la hoguera parecía danzar como una bailarina en el aire, explicó: “Hace mucho tiempo que no trato a la muerte como una pérdida, sino como un viaje inevitable movido por el amor del universo para que, en el lado invisible, podamos seguir la jornada rumbo a la plenitud. La muerte no me entristece”. Le pregunté si él creía que la vida era mejor en el lado invisible. Canción Estrellada explicó: “Ni mejor ni peor, cada uno seguirá en exacta medida según su nivel de consciencia y capacidad amorosa ya conquistados, sin escapar de las inevitables lecciones correspondientes al perfeccionamiento personal”. Apuntó hacia el cielo y dijo: “Hay muchas estrellas en el firmamento. Cada viajero seguirá hacia aquella con la cual tenga afinidad, encontrando allí a otros viajeros iguales a él que piensan y sienten en la misma sintonía, hasta que pueda seguir el viaje hacia una estrella más brillante. Esto es sabiduría, justicia y amor”. Volvió a aspirar el humo de la pipa y concluyó: “Por tanto nunca sufro con la muerte, así como no sufro cuando un amigo viaja. Voy al velorio como quien va a despedirse en la estación. Le deseo buen viaje y lo recuerdo para que no deje aquí su corazón; es importante siempre estar completo, esté donde esté. Como el amor es el sendero de todos los encuentros, sé que en algún momento volveremos a abrazarnos”.

Comenté que el discurso era muy bonito pero que, en la práctica, yo tenía una enorme dificultad para convivir con la muerte, fuera la mía o la de una persona amada. Canción Estrellada se encogió de hombros y dijo: “Para quien vive bien consigo mismo, todos los días son buenos para morir”.

Le confesé al chamán que aquellas palabras me incomodaban. Él respondió: “Ese es el problema que encuentro cuando muere alguna persona cercana. Si voy al velorio y no muestro una expresión de pesar, incomodo a las personas por aquello que juzgan como insensibilidad de mi parte. Si no comparezco al decidir despedirme a mi manera en otro lugar, recibo una sentencia parecida en grado y condena por una supuesta indiferencia. Muchos me censuran al sentirse incómodos por la ligereza que tengo ante esas situaciones. Como no entienden o aceptan la muerte como un acto de sabiduría, justicia y amor del universo, se asustan; entonces les causo extrañeza y me vuelvo motivo de incomodidad para ellos. Para que el miedo ajeno no me perturbe, busco en la lechuza una visión que no me aprisione en la oscuridad de otras miradas y sigo en paz, digno y libre, bajo la plenitud de una visión propia”.

Le pregunté cómo se sentía con relación al despido de la escuela. Canción Estrellada fue enigmático: “El director puede impedir que entre al colegio para dar clases. Sin embargo, él no tiene el poder de impedirme ser quien soy. Tengo que respetar sus funciones y decisiones, pero también respeto mi don y mis elecciones. No es necesario que haya conflicto en la coexistencia de las diferencias y que nos perdamos en la noche de la existencia. Siempre es posible ver lo que muchos tienen dificultad de percibir”.

Entendí la profundidad de la filosofía de Canción Estrellada, aunque no supiera como él, aplicarla en la práctica.

Al día siguiente acompañé al chamán al velorio de su amigo. Gentil y discreto, se acercó al cuerpo inerte e hizo una oración silenciosa y sincera para que el amigo, en espíritu, siguiera en paz y con alegría. Aún ante las miradas de censura de algunos y triste de otros, saludo a todos y se despidió. A la salida nos encontramos con la madre de uno de los alumnos de la escuela. Ella comentó que otras madres querían que las clases sobre la tradición y la filosofía nativa prosiguieran en la casa del chamán, los sábados por la tarde. Él estuvo de acuerdo y dijo que todos serían bienvenidos.

El primer sábado solo aquella madre compareció con su hijo. La clase fue en la terraza de la casa. El segundo sábado la terraza quedó pequeña para las seis familias que asistieron con los niños a clase. El chamán los condujo a todos hacia el enorme roble que había en el patio. Algunos sábados después la casa de Canción Estrellada estaba repleta de mucha gente. Madres y padres extendieron mantas de colores en el pasto y llevaron refrigerio y refresco. Yo estaba fascinado con todo aquello; las clases se habían transformado en ceremoniales de conocimiento y alegría. Grandes encuentros.

Cierto sábado, sentado en su mecedora debajo del frondoso árbol que imperaba en el jardín, el chamán fue sorprendido por la llegada del director de la escuela al momento de comenzar la clase del día. Hubo un enorme suspenso y el silencio imperó en el ambiente. El director llegó hasta donde estaba Canción Estrellada. Educado, explicó que las clases del chamán habían sido suspendidas en la escuela debido al reglamento al cual estaba sujeto bajo pena de perder el cargo de director. Agregó que no era una cuestión personal, que no tenía nada en contra de las clases y que, si se lo permitía, le gustaría que su hijo también participara junto con los demás niños. Canción Estrellada arqueó los labios con una dulce sonrisa y dijo: “El amor disipa el dolor; donde hay luz no cabe la oscuridad. Muchas gracias por haber venido; siéntase cómodo. Mi casa es su casa”. El director hizo una señal para que su esposa que llevaba a su hijo de la mano entrara. Una familia se apretó un poco para compartir con ellos la manta. Una suave brisa refrescó aquella tarde de primavera. Por una fracción de segundos creí haber visto una lechuza posada en el roble. Se sucedieron muchas y muchas clases debajo de la copa de aquel árbol.

Canción Estrellada y el director de la escuela se volvieron grandes amigos. El respeto, la tolerancia, la bondad, la sinceridad, la honestidad y el amor forman el buen carácter; la argamasa de todas las amistades. La lechuza enseña que las diferencias solo separan en la oscuridad; nunca en la luz. Los conflictos apenas retratan la incapacidad de ver durante las noches de la existencia.

En aquel momento entendí la razón por la cual la lechuza estaba presente en los emblemas de diversas instituciones de educación en todo el mundo y el motivo de simbolizar la sabiduría en todas las tradiciones filosóficas y metafísicas desde tiempos inmemoriales.

Gentilmente traducido por Maria del Pilar Linares.

1 comment

Emiliana mayo 6, 2019 at 8:52 pm

Buenos días, hermoso relato, justo en estos dias se me repite la imagen de la lechuza, por ejemplo hoy, buscando una canción llegué a este post aun no se como…
Observé que no hay un contacto o forma de saber quiene/es escriben, donde o porque? 🙂 es decir alguna introducción…
Gracias por compartir tus/sus escritos tan hermosos, sin duda seguiré leyendo otros mas
Abrazo desde Argentina (pero ahora en NZ!)

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